Apartes de entrevista con el poeta venezolano Juan Calzadilla
Juan Calzadilla, el poeta venezolano, estaba frente a estos doce amigos de la escritura, invitado por la Secretaría de Cultura del Atlántico, dispuesto a iniciar un taller de escritura creativa, durante los días 23 y 24 de mayo en la Barranquilla del Caribe, igual que en otras ciudades colombianas, a donde ha llevado sus talleres a jóvenes y escritores iniciados, en una gira abonada a la cuenta del gobierno venezolano.
Al final de su taller, el maestro Calzadilla realizó un recital entusiasta que dejó en los asistentes la hondura y la desfachatez de la poesía, la maravilla de una sublevada metáfora y el arrebato de un verso final impensado. Posteriormente, mostró unas diapositivas de su obra pictórica, que parecían más caligrafías que pinturas. Aunque utilice figuras humanas, objetos y animales, sus cuadros están más relacionados con los ideogramas orientales que con cualquier técnica occidental. Entrada la noche y con la sala sin público, tuvimos una corta conversación en la que respondió con solicitud algunas preguntas:
LB: Maestro Calzadilla, ¿puede usted precisar la diferencia entre un escritor de novelas y uno de poesía?
JC: Esta es una idea mía. Yo creo que hay una gran diferencia entre los dos. Porque el poeta tiene que vivir su experiencia para después escribir sobre ella; transformarla, llenarla de humor al escribirla. El narrador, en cambio, puede inventarla, imaginarla. Como habla de su experiencia, al poeta le cuesta desdoblarse para meterse con cosas que le ocurren a otros. Hay más vivencia en la poesía. Esto no quiere decir que un poeta no se pueda desdoblar. Aunque el poema esté escrito en tercera persona, se refiere siempre al yo. Pero se debe entender que este yo del poeta no lo remite a él mismo. No. Lo remite a un yo colectivo, un yo anónimo, un yo otro, que de ninguna manera no es el mismo yo personal ni el yo que escribe. Si se cuida que ese yo personal no aparezca tanto, algo que es muy difícil, se alcanza una hondura poética verdadera que incluso, también puede estar presente en la novela.
LB: Usted admira y escribe poemas surrealistas. ¿Por qué esta preferencia?
Mis libros tienen esa tendencia. Yo no la he buscado. Malos modales es un libro surrealista. Está escrito dentro de ese espíritu absurdo. Con un lenguaje recursivo, enérgico, con metáforas absurdas. Igual que en casi todos mis poemas, me refiero a la ciudad. Hay un personaje que es vehemente e irreverente porque en el momento de la escritura de ese libro, había en mi país un estado que practicaba el terrorismo. Los poetas habían tomado partido. Se comprometieron con movimientos sociales y de izquierda; algunos se fueron a la guerrilla y otros nos quedamos en la ciudad, en la resistencia. La solidaridad se manifestaba con una poesía combativa. Después, he pasado a una poesía más contenida, más reflexiva como la que hago hoy.
LB: Borges insiste en que el arte, la poesía, suceden. Y por ahí se oye decir que todo niño es un poeta hasta tanto se demuestre lo contrario. ¿Cree en ello?
JC: Bueno, con Borges uno siempre debe estar atento, es muy agudo. Pero recordemos también que para que el arte suceda, como él dice, debe haber unas condiciones mínimas en el medio, en la sociedad, donde vive el poeta. Sobre la otra parte de tu pregunta se puede dar lo contrario. Que si el poeta no es tal, tampoco es un niño. La condición de la poesía es la inocencia. Robert Bross, poeta norteamericano, decía que todo poeta encierra en sí un alma campesina. Yo digo en un poema que el poeta es un científico de las intuiciones. El poeta sabe lo que tiene entre sus manos. Conoce bien lo que conoce. Es un primitivo para otras cosas. Puede ser un primitivo para las ciencias, pero es un sabio para otras cosas, quizás más importantes de la vida.